Sebastián batalla desde que nació

Cuando Yurimar Gutiérrez y su hijo Sebastián iniciaron la lucha contra el cáncer, la inseguridad les arrebató al doctor que iba a tratar al niño. Con apenas un mes de nacido, en abril de 2015 le hicieron una biopsia que terminó por confirmar el tan temido diagnóstico. El caso de Sebastián es raro: desde que era un embrión le detectaron un tumor en la pierna, y en el servicio de Oncología del J. M. de los Ríos le asignaron al doctor Jesús Gerardo Reyes Kattar. Sin embargo, a los pocos días de evaluarlo, el galeno fue asesinado.

Reyes Kattar era pediatra y tenía 11 años trabajado en el servicio de Oncología del hospital de niños. Allí se convirtió en el héroe de 120 pequeños que eran atendidos por él y que quedaron “huérfanos” el 20 de mayo de 2015, luego de que unos delincuentes mataran al doctor en su residencia en Los Naranjos, El Hatillo.

Con escasos dos meses de nacido, Sebastián apenas había asistido a unas tres consultas. Luego de conocer del homicidio, la madre se negaba a creer que ese era el doctor de su hijo. “Yo me enteré por las noticias y le decía a mi esposo que no podía ser él, que ese no era Jesús Reyes porque no habían dicho que era doctor. Después confirmaron que él trabajaba en el J. M. de los Ríos y en el Domingo Luciani”, recordó Yurimar.

Confiesa que no sabía qué hacer en ese momento. Al día siguiente fue al hospital, pero el servicio estuvo cerrado porque los doctores se estaban distribuyendo los casos que atendía Reyes Kattar. “Yo decía ¿y ahora cómo vamos a hacer las mamás? Él era un tremendo doctor“, lamentó. Al igual que ella, otras madres lloraron y protestaron el asesinato del galeno ocurrido hace dos años.

Actualmente el servicio cuenta con capacidad operativa: cuatro especialistas y cuatro residentes en formación, y como “un trabajador incansable” recuerdan a Reyes Kattar los demás pediatras, quienes siguen luchando contra la escasez de quimioterapias, de insumos y medicinas para salvar a los niños y adolescentes que son tratados en el hospital.

La odisea de Yurimar

La lucha contra el rabdomiosarcoma embrionario de Sebastián no fue menos difícil después de la muerte del galeno. Durante dos años, el niño recibió quimioterapias y los más de 700 días bajo tratamiento transcurrieron entre visitas al hospital, laboratorios privados, centros de diagnósticos, salas de rayos X y de resonancias magnéticas. Una odisea para Yurimar, habitante de uno de los complejos construidos por el Gobierno bajo el programa Gran Misión Vivienda Venezuela en Los Teques y quien debió renunciar a su trabajo como maestra para dedicarse a cuidar de su segundo hijo.

Con carritos y figuras de acción, Sebastián juega despreocupado mientras llega su turno para pasar a la consulta

La dificultad no solo fue geográfica, sino también económica. Doctores, familiares, fundaciones y compañeros de trabajo hicieron contribuciones para sufragar los gastos de los exámenes y las operaciones. También para costear cosas del día a día, como los pañales y los pasajes diarios de autobús desde Los Teques hasta Caracas.

A diferencia de la escasez de quimioterapias que enfrentan los pacientes oncológicos actualmente, Yurimar  no sufrió mayores problemas para hallar la quimio hasta octubre del año pasado, cuando tuvo que buscar la medicina más allá de las fronteras venezolanas.

“Mandé a comprar tres ampollas de Dactinomicina (Actinomicina-D) en Bogotá con un conocido”, contó. Entonces, la encomienda salió en 160 mil bolívares y sirvió para tratar al niño durante tres meses. Para costear el tratamiento el esposo de Yurimar vendió su teléfono celular y otras pertenencias. La última ampolla del ciclo se la compró a una mujer cuyo hijo falleció en diciembre del año pasado.

También tuvo que recurrir a una clínica privada hace unos meses para hacerle la radioterapia al pequeño. El tratamiento de 23 sesiones diarias que comenzó en junio le salió en cinco millones de bolívares en el Centro Diagnóstico Docente de Las Mercedes. Ese mismo tratamiento le salió a otro paciente en 28 millones de bolívares apenas un mes después.

Luego de dos años de quimioterapia, 23 sesiones de radioterapia y una operación para removerle el tumor, Sebastián se ve fuerte y lleno de energía. Casi toda su corta vida la ha pasado en el hospital J. M. de los Ríos y Yurimar se encuentra a la espera de la evaluación de los doctores para saber si el niño deberá empezar un nuevo ciclo de quimio o si vendrá una operación. Cruza los dedos para que los especialistas le den la carta que indica que su hijo ya puede ingresar al maternal.